Fieles

01 junio 2011

24.5.11. Rodriguez Peña y Carbone.

Caminaba hundida en mí misma, hacía frío y mi buzo escolar no bastaba. Las cuadras hasta casa se tornaban interminables, entre nubes grises y hojas marrones húmedas, sin ese resonante CRACK que hacen cuando comunmente las piso. Aun estando a pocas cuadras, me desvié por esa avenida por si quizás, en una posibilidad remota, podría llegar a encontrarte, para sólo obtener el hermoso beneficio de mirarte a lo lejos.
La esperanza se perdía en cada cuadra, al ver que la avenida terminaba y sólo había peatones ordinarios. Llegué a su final y sentí más que la lluvia de gotas gordas que me golpeaban, porque estaba acompañada del vacío de la esquina donde ya nada quedó por hablar. Entonces mis zapatillas, sumergidas entre los charcos, me obligaron a correr desesperadamente, como si un mismo imán me repeliera del lugar.
Creo que ese imán repulsivo, era el sentido de desubicación que me hablaba internamente, aclarandome, que yo no tengo nada que buscar ahí, porque cuando las historias terminan solo quedan en la mente y no en lugares tangibles.

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