Me di cuenta que es tan fácil idealizar a una persona como destruir esa imagen en tan solo segundos y ver la humillación en la frente misma, siendo un insulto del pasado.
Confiar, ciegamente, entregada a un lazo que parecía tan blanco como mi piel, y hoy me demuestra no solo las resquebraduras, si no también, una decepción tajante, paralizadora, quién sabe a cuan lejos puede llegar, hoy es una prueba indestructible, ¿ De un acto fallido de mi parte? No, de la nula importancia que le dio a algo nuestro y secreto, íntimo, de su despecho, convertir un recuerdo en odio superfluo, en la necesidad de herir, tran profundo a lo que en su momento más amó.
No me voy a vengar, cada silencio de mi parte es por elección de aun así seguir adelante, guardar lo bueno, dejando que el Camino , le demuestre qué tan equivocado estuvo, lo mucho que me lastimó al punto de la humillación pública sin necesidad alguna, sólo como ferviente marca de su poca hombría descencia y dignidad. Una decepción