Fieles

22 enero 2010

Descubierto

Se podría decir que a veces, soy demasiado vulnerable, permisiva, y en términos más claros, idiota.
Sigo negando una realidad por miedo a afrontar un cambio permanente o irreversible, lo cual es una actitud realmente cobarde.
No sólo soy cobarde para tomar decisiones, lo peor de todo es que sea cual sea la que haya tomado nunca me termina conformando y genera un mal humor, al que se le puede sumar una leve depresión y en ciertos casos también por qué no, unas cucharadas soperas de fastidio que mis pobres amigos acompañantes tienen que soportar.

Muchas veces, veo un modelo de persona que no se asemeja a la verdadera imagen del individuo pero a mi inconciente le gusta verlo así y seguir admirándolo como una hermosa obra de arte del renacimiento: perfecta, admirable, fascinante.

Ocurrió un hecho claro y contundente del cual considero no haber merecido semejante humillación y desvalorización por parte del cinismo y la soberbia de mi agresor, que me dejó estupefacta pero por fin quebró esa falsa realidad.

Ahora mi problema es, ¿Por cuánto tiempo voy a aceptar las cosas como son, sin máscaras? Me gustaría quedarme así, con los ojos descubiertos, pero retomando a la idea de mi inconciente, siempre termino cayendo en esa seguera falsa que yo misma creo.

¿Será que es un problema relacionado con la madurez, y tengo que ACEPTAR los hechos y continuar? Después de todo, golpes van a existir siempre.
Pero no, esta tara pareciera que me atrapa demasiado. Se aprovecha de mi vulnerabilidad, se aprovecha de mis permisos y de lo peor de todo: mi gran IDIOTEZ