No dejaba de auto-atormentarme, divagando si quizás sospechaba algo, si mis palabras tendrían importancia, si la causa y efecto darían lugar a una solución insostenible.
En el mayor momento de debilidad, de miradas entregadas, alguien me secuestró devolviendo mi sentido común. Y así la noche continuó, por lo menos por un tiempo, a la espera de reencontrar esa situación y si era posible, alguna respuesta oportuna .