Pelea de extremidades al entrelazarnos, juntarnos entre esa humedad cálida de las manos en ovillo de dedos, cuando los brazos se pelean por cual va adelante del otro, por comodidad en nuestra caminata de despedida, encuentro de seres que horas antes no se miraban para no delatar el enrojecimiento de los poros faciales.
Ahora mientras tengo frío y te abrazo, me dejo torturar por tu respiración en el cuello, puro placer masoquista, cosquillas que van más allá de tornar de gallina una piel blanca y fina, piel que queda perfecta acompañada por un collar que vos me regalaste en el día de mi cumpleaños.