Yo no poseía ese misterio, a decir verdad no creo poseerlo actualmente, era, digamos, una persona básica, común, predecible, no decía más ni menos para la ocasión, reía como todos en los chistes, no pedía más de una vez que me sirvieran para tomar y sólo si me lo habían ofrecido con anterioridad. No era el centro de atención pero tampoco era de pocos amigos.
La gente sabía que ocupaba un lugar, pero realmente no sé hasta qué punto, incluso ahora con mi ausencia.
Lara dice que no se lo esperaban en absoluto, algunos sintieron el impacto, otros me nombran como una vieja historia, yo creo que está bien, a decir verdad, no pensé en ellos cuando lo decidí.
El otro día me contó que conoció a alguien muy parecido a mí, incluso se ríe de la misma manera. Lo tendría que ver por mi cuenta y comprobarlo pero no creo que se pueda dar la oportunidad.
¡No pensé que ser ignorado podría ser semejante irritación! Es bueno cuando no pretendés nada de nadie, en esos casos se disfruta el silencio, sobre todo cuando Lara duerme y deja de invadirme con sus preguntas.
A veces, tener solo una persona con quien hablar, es cansador, asfixiante, pero ver a todos y no poder interactuar de ninguna manera, es el verdadero castigo.
Y siendo positivo, a pesar de ser una persona tediosa y fácil de crispar, Lara se porta muy bien conmigo, no debe ser fácil lidiar con alguien como yo y por raro que parezca ella me entiende bastante, todavía no descubrí cómo, es algo únicamente de ella.
- ¡¿Qué hacés tirado así en mi cama, Demián?! ¡La vas a arrugar toda! – Ya había entrado frenética al cuarto, después de uno de sus malos días de clases de biología seguramente.
- Emm... Lari, te recuerdo que es imposible que logre arrugar algo… - No era la primera vez que debía explicarle ese tipo de cosas, después de tantas acciones cotidianas, pero viendo su estado, preferí contestarle en un tono relejado.
- Tenés razón, disculpa, Demi, todavía no logro acostumbrarme a ‘esto’. No, no es con vos con quien me tengo que enojar, después de todo no podés hacer nada – Se la notaba arrepentida realmente, a veces no toma tanto trabajo hacerla entrar en razón, sin embargo, su ‘esto’ se sintió muy remarcado.
- Está bien, ahora decime ¿qué pasó? ¿El de biología volvió a llamarte ‘‘persona incapaz de aplicar voluntad’’? ¿o solo se conformo con llamarte ‘‘señorita arrogancia que no conoce la humildad ni el sentido común’’?
– ¡Ni lo nombres, que hoy por suerte tenía el funeral de su madre y se tomó el día! Estoy así por el idiota de Gonzalo, ¡Una vez más! – Si, al nombrarlo su euforia había vuelto. - ¡Otra vez, otra vez con su interrogatorio! Dice que hace semanas que estoy rara, que le oculto algo, que no estoy siendo totalmente sincera con él. ¡Me satura!
- Sabés que me gustaría poder ayudarte… - Siempre me sentía tan inútil para ayudarla, después de todo lo que hace por mí y más sabiendo que la causa de su forma de actuar hace semanas se debe directamente a mi presencia.
- Pero no podés, ¿OK? – Su mirada se realzó hacia mi cara apoyada en la almohada, realmente sus ojos sentían impotencia.
- Lari, no quiero complicarte la vida, pero los dos sabemos que no tiene el menor sentido decirle la verdad – Me dolía darle una contestación sin solución directa, ¿pero qué más podía hacer? Gonzalo era una persona de lo más cerrada, incrédula y obstinada, ¿Cómo hacerle entender la verdadera razón del desarraigo de su novia?
- A lo mejor, lo entiende… - Ni ella podía creerse semejante utopía. No pude evitar elevar la voz.
- ¡¿Vos te volviste loca, Lara?! – No sólo me perjudicás a mí, sino también ¡te hundirías completamente! – No me gusta gritarle, pero me dejé llevar por la desesperación al ver que sería capaz de cometer actos semejantes. – Lara, Gonzalo sería capaz de contarle a tus viejos. –
- Vos no lo conocés como yo, no sabés de qué es capaz y de qué no. – Su tono volvió a irritarse cuando escuchó mis prejuicios. - ¿Y sabés qué? Se lo voy a decir, no aguanto más estar así con él. Todavía no sé qué hago dándote explicaciones, me voy.
- No, Lara, no hagas idioteces, no, por favor. - Entré en pánico, en desesperación y quién sabe en cuántos estados más.
Lara agarró las llaves de su casa que había dejado arriba del escritorio cuando llegó, el celular, el bolso y se fue, dejando la puerta de la habitación cerrada con llave.
Continuará....