Un día descubrí, que si te miraba a escondidas, te focalizo tanto que mis ojos se vuelven borrosos, pero; que no debo pasar mucho tiempo haciéndolo porque te darías cuenta y justo en ese momento la sangre comenzaría a hervir en mis cachetes para pintarlos de rojo.
Entonces bajaría la mirada, arrastrada por la vergüenza.
Y vos, tan sospechoso como testigo o quizás tan ajeno como para darme las razones de no hacerlo.
Y
no, no debo, ni por el tiempo, ni por una cuestión moral,
milagrosamente no es lo que me separa de vos, si no, la abismal
diferencia de ser dos mundos tan distintos que ni yo sé qué encuentro en
el tuyo.