A veces hay alegrías que no se entienden, como al ver una gota de lluvia cayendo por la ventana del tren o o el sonido crocante al pisar una hoja en otoño.
Todo lo percibo y no lo creo, porque ya está hecho. Lo disfruto como una simpleza pero singular sabiendo que esa gota no es igual a otra gota y ese crujido de hoja no va a sonar como otra.
No se trata de re-significar o re-interpretar un hecho, simplemente prestarle atención. Creo que la mitad de las cosas que vivimos durante el día nos son irrelevantes porque la mayoría del tiempo estamos despistados, desfocalizados o como llaman generalmente las personas, ocupados, o peor aún; preocupados. ¿Cómo vamos a andar premeditando algo que todavía no pasó? Seguramente mientras desarrollamos ese pensamiento no vemos la gota, ni escuchamos la hoja.
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