Decidió dar lugar a que su cabeza ya mortificada, se
desplomara contra la bolsa de plumas para el deleite nocturno, dejando deslizar
su mano por debajo de ésta donde se siente el tacto frío que calma el agobio de
los días de enero.
Ya por demás, todo daba vueltas, un pasado reciente pellizcándolo hasta el despertar de ideas sin sentido, porque nada podía salir bien de pensamientos desconcertados.
¿Qué podría cambiar? ¿ Qué imagen nueva llegaría a generar? Era lo que era, su identidad. Su nombre, su presencia, sus pasos marcados en compaces, cada detalle tan el mismo que no querría camuflar a futuro, aun cuando su conciencia le permitía saber que pronto todo se desvanecería generando nuevos recuerdos.
Empezar una nueva vida, simulacro de ser renacido, se olía él mismo como recién estrenándose, aunque su cuerpo resintiera el cansancio de vidas pasadas.
Ese sabor a leche materna rozando su paladar, la imposibilidad de emitir algún sonido coherente, frenaba cada una de sus habilidades que tantas veces había practicado hace días atrás.
Era un nuevo ciclo, lo recordaba de memoria y lamentaba saber que en tan poco tiempo lo olvidaría de nuevo hasta sentir el próximo, quizás en treinta años, sesenta, o diecisiete. Nunca sabia realmente cuanto duraría ni cómo acabaría.
Ya por demás, todo daba vueltas, un pasado reciente pellizcándolo hasta el despertar de ideas sin sentido, porque nada podía salir bien de pensamientos desconcertados.
¿Qué podría cambiar? ¿ Qué imagen nueva llegaría a generar? Era lo que era, su identidad. Su nombre, su presencia, sus pasos marcados en compaces, cada detalle tan el mismo que no querría camuflar a futuro, aun cuando su conciencia le permitía saber que pronto todo se desvanecería generando nuevos recuerdos.
Empezar una nueva vida, simulacro de ser renacido, se olía él mismo como recién estrenándose, aunque su cuerpo resintiera el cansancio de vidas pasadas.
Ese sabor a leche materna rozando su paladar, la imposibilidad de emitir algún sonido coherente, frenaba cada una de sus habilidades que tantas veces había practicado hace días atrás.
Era un nuevo ciclo, lo recordaba de memoria y lamentaba saber que en tan poco tiempo lo olvidaría de nuevo hasta sentir el próximo, quizás en treinta años, sesenta, o diecisiete. Nunca sabia realmente cuanto duraría ni cómo acabaría.
Pupu, le decía ella, aunque Joaquin no tenía ninguna
referencia hacia ese apodo, lo decía con la dulzura de madre primeriza, ojos
tan entregados a la magia de su vientre que su universo se resumió a unas
manitos que apretaban su dedo indice por el mismo estímulo cuando ella lo acariciaba.
Ella dormía en la cama de al lado, increíblemente después de dos horas de trabajo de parto en la madrugada logró dormirse, explotada por la misma emoción y ansias que le produjo su mismo cuerpo.
Él curioseaba en sus ojos, le resultaba tan extraño volver a sentir ese calor sobre su nuca, ese tacto cuidadoso para que su cabeza no pesara.
Tantas había tenido antes que cada acción de ella, le producía nostalgia, divagando si quizás, en esta nueva vida las encontraría, y en ese caso, si podría reconocerlas.
Alguna razón lo devolvía a este lugar, aun con tan pocas horas de vida, no era capaz de descubrir su último error o el causante del retorno.
Ella dormía en la cama de al lado, increíblemente después de dos horas de trabajo de parto en la madrugada logró dormirse, explotada por la misma emoción y ansias que le produjo su mismo cuerpo.
Él curioseaba en sus ojos, le resultaba tan extraño volver a sentir ese calor sobre su nuca, ese tacto cuidadoso para que su cabeza no pesara.
Tantas había tenido antes que cada acción de ella, le producía nostalgia, divagando si quizás, en esta nueva vida las encontraría, y en ese caso, si podría reconocerlas.
Alguna razón lo devolvía a este lugar, aun con tan pocas horas de vida, no era capaz de descubrir su último error o el causante del retorno.
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