Sin pensar, intenta que las palabras caigan y se desmayen contra el renglón. Les da vida, como si de cuerpos se tratara, replegados entre si. Todo corre y fluye drenando el interior de pensamientos, simulando la caida ilesa, caida en la que inevitablemente desfallece y renace ciclicamente. Aun en el desvarío de ideas, se retuercen sus pasos sin aniquilar la razón.

Sólo te pido que no dejes que tus palabras se vayan por el diván y nunca vuelvan. Ojos sobran, faltan miradas, y tu boca de escritora solo galopa sobre la tempestad en un mar de marañas literarias adheridas al último solsticio de otoño...
ResponderEliminarHaz caso omiso a las plegarias de los irrefrenables conservatorios de purgas.
Deja que todos hagamos nuestras tus palabras. Hermoso lo tuyo.
G.-