Fieles

14 enero 2011

Extraño esos tiempos donde el sol era perfecto al chocar contra mi piel y de lo traslúcida que es, la tornarba de blanco, cuando bajaba del colectivo y un perro moviendo la cola y jadeando, me seguía un par de cuadras mientras yo le sonreía y quién sabe si él no me la devolvía también, mientras mi mano se deslizaba por las paredes ásperas y comparaba rugosidades, diferenciaba las plantas de las casas y los pétalos caídos, los que juntaba de a puñados y tiraba uno cada tres pasos, hasta llegar a media cuadra antes del natatorio, donde colgaba los auriculares sobre mi cuello, que me encerraban en ese mundo sin voces donde yo elegía qué escuchar y aprovechar que una leve brisa jugara con mi pelo haciéndole cosquillas a mi nariz, y ahí lo veía a mi profe, dejando estacionada la bici y con un amigable hola,Hernán, me dirijía al vestuario de mujeres.








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