Sus ojos se clavaron en mi, o mejor dicho, los ojos de Benjamín se clavaron en los de Helena, mi excusa moribunda, aferrada a él, a una tristeza que aumentaba con el estado infligido por el mismo papel a interpretar, estado que no logré completamente, porque eran simples sollozos, algo insignificante a la idea de tener una enfermedad terminal y tener a mi esposo llorándome al lado. Y no, obvio que no salió, ni iba a salir si pensaba en que detrás de sus anteojos, detrás de los rulos que caían desprolijamente hasta su nariz, tenía una mirada sólo para mi y no para la desgraciada Helena.
Y muchas veces, el final de una escena, es solamente el principio de una obra...
ResponderEliminarAsí y todo, esta Fer es una tragedia, que muchos vimos, y todos sabemos como acaba... Así y todo, el escritor de tus deseos e impulsos todavía no aprendió a escribir algo nuevo... Y no conoce la existencia de los finales felices.
Del mismo