Odio lo que no fue, porque no podemos hablar de ello con certeza. Esa puta probabilidad que solo quedó como porcentaje, pero del otro lado.
Limitarnos es tan triste, es peor que definirnos. Porque al definirnos por lo menos ALGO somos, aunque dejemos de lado todas las otras cosas que podemos ser. Limitarnos es trazar una línea tan absurda y vacía que trunca todos los deseos de lo que podría-haber-sido. Clausurar antes del primer acto. Dejar al publico desentendido de la historia no contada. Traición a cualquier obra, incluso a la peor de las tragedias.
Y ahora, seguimos siendo desconocidos, una mirada incómoda quizás en los pasillos algún martes a la tarde.
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