Magia de cada momento

Aparecí en un enero, con la loca idea de ser grande por un rato, que mi sudor se convirtiera en dinero e independencia, experiencia del primer trabajo.
Volé tan lejos hasta conocerlo a él, aprendimos a explorar las expresiones adolescentes, la dulzura más concreta, compartir juntos la primera vez de muchas otras que hoy, en caminos separados, las guardo con el mejor de los recuerdos.
Después de un par de gotas entendí, que se podía seguir en otros mundos, retomar ese de escenas y actores de un sábado, rodearme de abrazos sin interés alguno, querer por el amor mismo, jugar a ser escencia otra vez.
 Hubo momentos que a pesar de eso, no comprendí dónde estaba parada, quién era mentira y quien no, a quién le importaba, si mis colchones se habían convertido en el desconocimiento y desconfianza. Caras que me rodeaban y no miraban con franqueza.
Hay lugares que sin saber cómo, todo lo resuelven y Bariloche tuvo la magia suficiente para que hoy ellas se volvieran personas irremplazables.
Al poco tiempo, apareció Ger con sus sueños tan gigantes que muchos no creían posible. Con el miedo y la indecisión atornillada en mi cerebro, aún así me guié por su pasión por el teatro y confié una vez más en él; no me equivoqué. ¿Quién diría que de la mano de él iba a ser realidad mi sueño de bailar en un escenario tan bello como si fuera un teatro antiguo?
En diciembre cerré la etapa más importante: la secundaria. Todavía me cuesta decirle adiós a todo lo relativo, pero lo importante es que lo viví.
Al otro día, me paré en el escenario una vez más, a vivir esas dos muestras que me llenan, sí, y no hay otra palabra más que esa, la felicidad de pertenecer a los gracielos.
¿Y qué mas puedo decir? Todo lo que viví, valió la pena ser vivido, aún cuando creí que nada tenía sentido, cuando siento que pierdo mi intelingencia y mis pasiones, sin olvidar de los amores perdidos. Pero sigo siendo yo, viviendo, esperando un 2013 que al igual que este año, lo voy a dejar ser, para que el mismo Universo me sorprenda.