Un dia,un hombre encontró una flor, que colocó sobre la mesa para que ésta posara y pudiera lucirse con todo su esplendor. La flor, recién despertándose, lo miró desconfiada por miedo a que él sólo buscara desmigajarla como una simple margarita. Cuando observó que él tenía ojos mucho más lindos que cualquier rayito de sol de las mañanas, no pudo evitarlo y encendió cada uno de sus pétalos. El hombre le sonrió al ver la reacción inconciente de la pobre y decidió plantarla sobre tierra fresca. La flor le pidió que la regara, que cuidara un poco de sus hojas, y de vez en cuando cambiara el agua y removiera la tierra, a cambio de esto, ella sonreíría cada vez que estuviera con él, sería más amable, largaría mas pétalos y su aroma se intensificaría para llenar sus pulmones y cuidar su salud.
Entusiasmados, rápidamente pudieron entenderse; la flor brillaba cada mañana de antemano con sólo saber que el hombre luego la regaría. ¡Era tan meticuloso con sus hojas! no dejaba una sin limpiar ni pétalo sin acariciar.
No fue mucho tiempo después, que él comenzó a dejar los pétalos secarse y las hojas agrietarse, sin embargo, ella prefirió esperar, y aun con pocas energías por la falta de hidratación, intentaba sonreír y cubrir la habitación con su escencia.
A veces lo miraba de lejos irse tan apurado olvidándose de ella sobre la maseta de la ventana. Ella lo justificaba pensado ''quizás hoy este atareado'' ''quizás prefiera compartir conmigo la noche cuando vuelva'' Pero el hombre continuaba, incluso los días que no trabajaba, sin cuidarla ni regarla ni limpiarla, y cuando llegaba la noche, era tan distante que la flor comenzó a dejar de a un pétalo caer para llamar su atención. Le costaba dejar de lado su belleza para ser complacida aunque sea una vez, de vez en cuando lo lograba, pero sólo unas simples gotitas de agua, sin caricias ni recortes, que le servían como motivación mínima, porque su mayor motivación era sacarle una sonrisa de nuevo con su aroma, como el primer día.
De a poco, no todos los pétalos que caían servían de señal y así fue desnudándose, quedando sin brillo, sin color, sin aroma, hasta que lamentablemente se apagó.
El hombre .... Del hombre no se sabe mucho, nadie escuchó su final.
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