Volvimos a los 11 años, donde en cada acorde desplazaba sensaciones hacia su diapasón y ella me respondía en el alivio.
Brotan las notas contra su boca, brotan y yo las escucho, abrazándola, como si nos cuidaramos mutuamente. Reconstruimos un lazo que solo el tiempo dejó de lado.
Y si la habré golpeado! Cuántas veces me enojé con ella y terminamos cada una en el rincón opuesto.
Ahora la veo, tan comprensiva como siempre, donde los años no la arrugan, solo le dan experiencia.
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