Fieles

26 agosto 2011

Los soldaditos de plastico van marchando, uno tras otro, escapando en fila al compás del grito del general que encabeza la misión. El miedo los debilita y los deja expuestos a cualquier falla. Sus ojos inmoviles, encastrados entre esas caras verdes, se persiguen entre sí esperando concretar la orden.
El objetivo está a su alrededor, los domina, los manipula sin poder hacerles un frente claro. Solo esperan a que se de vuelta, caiga a tierra y consigan atraparlo, matar a ese niño que en cada juego les da vida.

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