Nadie debería pagar caro el precio de la felicidad, porque sin siquiera sacar la billetera te podés dar cuenta que pasa por uno mismo.
Así como nos boicoteamos, nos autocriticamos y etiquetamos de uno y mil defectos, asi también podemos por qué no, aprobarnos y elogiarnos, ya sea por cantar bien, saber una coreografía, tener una voz de locutor, cocinar bien, o simplemente pintarse las uñas sin que se te corran. Virtudes hay miles.
Acaso, si un conjunto de defectos hacen un estilo, ¿Por qué no podemos vivir con eso y convertir cada defecto en la sombra tenue de nuesta virtud? Porque como bien dijo mi querida profe de teatro, defectos y virtudes estan ahí por algo.
Quizás en vez de llevar a cabo siempre una lucha a muerte con nuestro anti-ego, podríamos amigarnos con él de vez en cuando y contemplar con claridad, que no somos enemigos de nosotros mismos.

No hay comentarios:
Publicar un comentario