´´¡Pobre desgraciado! - pensé yo -. Tienes corazón y nervios como los demás hombres. ¿Por qué esconerlos? Tu orgullo no puede engañar a Dios. Lo tientas a torturarte, hasta que debes lanzar un grito de humillación.´´
Brontë, E.(2003). Capítulo 16 en Cumbres Borrascosas (pág 219), Buenos Aires. Longseller
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