Te dije que iba a robarte tu nube y no me creíste, por esos tiempos todavía
me veías como un delirante.
Recuerdo la primer canción que te dejé oler. Vos como siempre tan
caprichosa, no te importaba que mi guitarra estuviera deshidratada, me tenías
que arrancar esas últimas gotas que caían de las cuerdas.
Ese día, me sonreíste por primera vez, para mí sólo para mí, y tu ''yo'' no
te dejaba ocultarlo.
Siempre me pregunté si el huequito de tu cachete izquierdo
hacía magia cuando te enojabas y ese día decidí hacer la prueba. Ya ni sé bien qué te dije pero mi crueldad crecía a la par
de mi curiosidad por descubrir tu rabia, así que levantaste tu cartera , te
pusiste tu chalina y te fuiste; olvidándote como despistada que sos tu paraguas
a cuadritos.
¿Por qué llevabas un paraguas en un día de sol? Y unos segundos más tarde,
mientras te corría jadeando de tanto pucho, entendí que sin él jamás
nos hubiéramos quedado parados en el medio de la avenida,
con el semáforo en verde y los autos esquivándonos de puro milagro, y sin
ese paraguas, quizás nunca hubiera robado tu nube, para quedarme tan
''vos'' por el resto de esa historia.